2.03.2009

La tristeza bañaba mi rostro y mi corazón se encontraba estrujado. El punzante dolor que sentía en mi pecho era devastador. Luché contra las rebeldes lágrimas que se arremolinaban en mis ojos, evitando que se deslizaran por mis mejillas sonrosadas. Le di un último vistazo al reloj de muñeca que llevaba y mis ansias crecieron. ¿Dónde estaba? El innecesario dolor que me embargaba me destruía poco a poco. Mi imaginación vagaba, tratando de descifrar el motivo por el que el no habia llegado aun.
Esperé.

Esperé.

Y esperé.


por Melanie Stryder

No hay comentarios:

Publicar un comentario